12 de abril de 2012

De la lectura como turismo sexual

Espío el siguiente diálogo entre un grupo de lectores anglófonos en twitter: «¿A esa lista de libros no le haría falta un toque sexy?». «Un par de autores sudamericanos estaría muy bien.» «No puedo estar más de acuerdo.» «¡Bien dicho, chicos, leamos algo caliente!». Me pregunto si estos entusiastas misioneros del peep-show meridional tendrían en mente (o pelvis) al siempre depravado Borges, al hirviente Onetti, al libidinoso Felisberto, a la ninfómana Mistral, al sátiro Ribeyro, a la babosa Lispector, al pornógrafo Piglia, al salvaje Saer. Quien no es capaz de fornicar en su propia lengua, no merece la lujuria de las traducciones. Sometimes you look so wet, TS Eliot, baby.