19 de octubre de 2010

El mundo es un billar

Volviendo a casa desde Italia, la huelga de las refinerías francesas provoca una cadena de retrasos aéreos, hasta que mi vuelo se cancela. Esta interconexión entre los conflictos supuestamente ajenos y nuestros intereses inmediatos es, pese a las molestias, justa. Igual que las finanzas son globales, existe una sinergia de clase: las condiciones de unos trabajadores lejanos terminarán repercutiendo en la agenda de unos ejecutivos. Por eso los estudiantes franceses se manifiestan por algo tan remoto para ellos como las pensiones. Por eso los inmigrantes desempleados se suman a las protestas universitarias. Aunque miremos para otro lado, el mundo es un billar. Los únicos que no parecen entenderlo son los dueños del juego, como Sarkozy o su maestro Chirac. Que la bola negra les rebote en la nariz.